Y fue en un ocaso canicular
que nuestras miradas se cruzaron,
que el suave resuello de tu canción
me despertó.
El sol se escondió
y la noche precipitó
en tus labios exquisitos
el fresco reflejo de las cerezas,
y una mirada de terciopelo ámbar
cantaba una antigua melodía
que mis ojos acogían con timidez.
Despertaste una nueva ilusión
en mi corazón,
como si mi alma despertase
de un inagotable sueño.
Despertaste un deseo
nunca antes experimentado.
La quietud en tus labios
al rozar tu cara
me revelaron tu solemne fascinación
Días después,
el juguetear de mis dedos en tu cabello
levantaban mil ancestros en mi interior
Qué decir ahora,
dos años después de esto;
que lo que para tí
un día fue precipitado
para mí tenía que serlo,
y cobró sentido poco a poco
según te fui conociendo,
que los cerezos aquella noche
pactaron una alianza eterna e inquebrantable
entre nuestros ojos,
y que aunque un día pise tus cenizas
mi alma caminará contigo por siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario